Los combustibles fósiles—carbón, petróleo y gas natural—han sido la base de la energía doméstica durante generaciones. El carbón fue en su día el núcleo de muchos sistemas de calefacción residencial, alimentando las grandes estufas metálicas que mantenían calientes las salas de estar. Aunque las preocupaciones sobre la calidad del aire y los gases de efecto invernadero han reducido su popularidad, el carbón sigue siendo una parte importante de la historia de la calefacción. A partir de la década de 1960, el gas natural tomó el relevo en la mayoría de las regiones. Hoy en día, no solo alimenta estufas, sino también cocinas, hornos y calentadores de agua, gracias a una extensa red de oleoductos que se extiende por Estados Unidos y Canadá. Cuando surgen problemas en el suministro de petróleo durante disputas globales, el gas natural sigue siendo una opción segura para cocinas y baños familiares. Sin embargo, la calefacción con petróleo aún se encuentra en algunas partes de Nueva Inglaterra, manteniendo las casas calientes y el agua caliente corriendo. El inconveniente es que todos los tipos de combustión de combustibles fósiles vierten dióxido de carbono al aire, un gas que calienta el planeta y acelera el cambio climático.
La electricidad es una de las formas de energía más versátiles que puedes utilizar en cualquier hogar. Incluso en lugares con inviernos suaves y tarifas eléctricas bajas, las personas la usan para calentar sus casas. También encontrarás que la misma energía hace funcionar refrigeradores, lavadoras, televisores y computadoras. Sistemas como calefactores de zócalo y hornos eléctricos centrales te permiten establecer la temperatura perfecta con solo tocar un botón. Las nuevas tecnologías de ahorro de energía significan que muchas electrodomésticos ahora consumen una fracción de la potencia que solían usar, y aún así funcionan perfectamente. ¿El inconveniente? En muchas regiones, la electricidad aún proviene de combustibles fósiles, creando un efecto secundario en el planeta.
Más propietarios están recurriendo a fuentes de energía renovable—como la solar, eólica y geotérmica—para alimentar sus hogares. La energía solar encabeza la lista porque puede ser rápida y eficaz. Solo hay que instalar paneles solares en el techo, y estos paneles convierten la luz solar en electricidad. Esta electricidad puede hacer funcionar de inmediato tu refrigerador y luces o cargar baterías para usar cuando el sol se oculta. Aunque el calentamiento solar no se ha extendido en todas partes—debido a los altos costos iniciales y a la menor cantidad de luz solar en invierno—las zonas con un sol constante pueden depender en gran medida del sol, reduciendo significativamente el consumo de energía tradicional. El viento también puede contribuir. En zonas ventosas, turbinas pequeñas pueden generar cantidades útiles de energía. Luego está la energía geotérmica, que se basa en el calor almacenado bajo tierra para calentar y enfriar tu hogar de manera eficiente. Optar por energías renovables no solo reduce tus facturas de electricidad, sino que también disminuye las emisiones de gases de efecto invernadero, haciendo que tu pequeño rincón del planeta sea más verde y sostenible.
Cuando las tuberías de servicios públicos no llegan a tu hogar rural, el gas envasado suele cubrir la necesidad. Aunque cuesta ligeramente más que el gas natural de red, proporciona calor confiable para la estufa, el horno y el calentador de agua en un solo tanque portátil.
La leña aún mantiene algunos hogares del campo calientes, y cuando se obtiene de bosques gestionados de forma sostenible, es una fuente renovable. Solo debes estar preparado para los pasos adicionales: cortar, partir, apilar y cargar el combustible requiere más tiempo y esfuerzo que encender un horno.
Otra buena opción para reducir el consumo de energía es cambiar a iluminación eficiente. Las bombillas LED actuales consumen hasta un 80% menos de electricidad que las versiones incandescentes antiguas y duran una década o más. Esto significa grandes ahorros en tu factura mensual y una huella ambiental menor, todo gracias a una pequeña bombilla que enroscas en el mismo portalámparas.
Al elegir la mejor fuente de energía para tu hogar, debes prestar atención a varios aspectos clave. Primero, considera el costo total: el precio de la instalación inicial y lo que pagarás mensualmente después. Por ejemplo, los paneles solares suelen tener un costo elevado al principio, pero el ahorro mensual puede ser considerable, haciendo que las facturas sean más fáciles de afrontar con el tiempo. Otro factor es el clima: días largos y soleados favorecen la energía solar, mientras que vientos constantes pueden hacer que las turbinas eólicas sean una opción más inteligente. Verifica también qué opciones de energía están disponibles en tu zona; si no hay acceso a gas natural, el gas envasado o el uso exclusivo de electricidad serán las mejores alternativas. Por último, piensa en el impacto ambiental: muchos propietarios buscan ahora elegir fuentes de energía que afecten lo menos posible al planeta, por lo que vale la pena considerar la huella de carbono y los residuos que genera cada tipo.